Antes de adquirir o aceptar de un conocido un gato, hemos de pensar que será un compañero de vivienda durante diez o doce años. Por ello, después de sopesar las ventajas e inconvenientes de añadir ese nuevo miembro a la familia, es importante que nos aseguremos bien de que todos los miembros de la familia están conformes, o al menos lleguemos a un acuerdo para asegurarnos de que el animalito no se convertirá en un huérfano de amos dentro de pocos meses.
Al ser criaturas limpias y fáciles de acomodar en una pequeña vivienda, son muy adecuados para personas de edad avanzada que no podrían sacar a pasear varias veces al día a un perro. Los gatos son animales independientes, elegantes, vagabundos si se les da oportunidad y con poco apego a las personas o cosas materiales. Aceptan las caricias, pero sólo cuando ellos quieren. Un gato puede instalarse en la casa del vecino si allí obtiene alimento y no se le somete a ningún tipo de presión o persecución.
Al contrario de lo que sucede en las razas caninas, entre las razas de gatos no existen notables diferencias de comportamiento, por lo tanto, si decidimos adquirir un gato de pura raza, la elección de una u otra dependerá más que nada de una cuestión de gusto personal.
Otra cosa que debemos tener en consideración y especialmente si se vive en un piso pequeño, es la posibilidad de la castración. Los gatos son unos animales con una sexualidad muy acentuada cuyas manifestaciones pueden resultar molestas. Y si se tiene una gata, la posibilidad de que nos sobrevenga una camada no deseada es alta.
Independientemente de cuál sea el sexo de nuestra mascota, la castración no supone ningún peligro para el animal. Cuanto más joven sea más sencilla será la operación, y a partir de los tres meses ya se podría llevar a cabo. Llevaremos el gato a una clínica y será el veterinario quien nos asesore sobre el momento idóneo.
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